EL COLEGIO DE MONJAS
En 1954 cuando apenas Joselito
tenía 6 años llegaron al pueblo las monjitas que fundarían el colegio religioso, a
los meses abren las aulas y se inscriben los primeros alumnos. A Joselito y
otros amiguitos les causaba curiosidad aquellas niñitas uniformadas, así como a unos niñitos tremendos que pudieron ingresar. Ya más
grandecitos, se paraban en los alrededores para ver a las niñas uniformadas.
Con un cruce de miradas era suficiente para Joselito sentirse contento con una
niña de ojos color castaño a quien su madre venía a buscar.
Joselito y sus amigos observaban
como a una niña muy bonita por lo demás, la buscaban sus hermanos que la
escoltaban como medida de resguardo para que ningún niño se le acercara.
Gabrielito se sentía seducido por una catirita de ojos verdecitos y Pedrito de
una piel canela de ojos negros.
Joselito y sus amigos no perdían
oportunidad para ingresar al colegio, tanto en verbenas como en fiestas
religiosas abiertas al público. Luego descubrieron que asomándose en silencio ¡chist!;
¡chiss! por las ventanas que daban a la calle podían verlas. Para ellos eran
una obligación de ir a misa donde las alumnas asistían en traje de gala. Allí
en medio del sonido de las campañillas ¡tilín, tilín!; ¡tintín, tintín! se
lanzaban miradas y sonrisas leves. De igual manera las veían en los desfiles
por fechas patrias.
Como ven cada niño tenía alguna
niña de la cual estaba enamorado. Las
veían en el cine con sus familiares, en las procesiones y no se perdían ninguna
fiestecita por el cumpleaños de algunas donde estaban invitados. Todo era un cariño
de niños, un amor imaginario, de los que llaman platónicos. Cosas de loa hombrecitos del futuro.