martes, 27 de febrero de 2018

RADIO BEMBA - MARGARITO - RECUERDOS DE LA INFANCIA - N.G.RODRIGUEZ


RADIO BEMBA (MARGARITO O AMARGADITO)


Eran las siete de la mañana de un día cualquiera. Margarito, con una flor en la oreja y chuleta en mano se montaba sobre un tobo de cuñete y comenzaba su lectura ácida. “Ayer el Jefe Civil del pueblo fue visto en La Orchila, un prostíbulo ubicado a las afueras del pueblo, las malas lenguas comentan que no estaba cumpliendo con el deber del cargo. El Capitán Chirinos tiene mala fama en el pueblo por el acoso a que somete a la servidumbre. Pin…Pin…Pon. Me informan que los precios de las caraotas amanecieron hoy a medio el kilo, el arroz a tres lochas y el kilo de queso blanco a real y cuartillo. La docena de huevos cuesta real y medio y la lata de manteca de cochino un bolívar. Pin…Pin…Pon. La viuda Raquel Rosas fue vista en misa comulgando esta mañana  ¿Se arrepentía de los pecados? ¿Cuáles?. ¡Púyalo  Margarito, púyalo! Gritaba un vecino desde la acera del frente. Margarito levanta la cabeza y sonríe satíricamente. Ve a su alrededor y observa que media centena de pobladores se han reunido para escuchar el noticiero de radio bemba. Margarito aprovecha la pausa y saca una carterista de caña clara e ingiere a pico de botella un trago más hip...hip. Margarito andaba vestido de blanco, pantalones remangados, con franela vistosa de color rosado y alpargatas de cuero, negras y bordadas. Una flor se colocaba en la oreja ¡¡Ayy papá!! Era notorio por sus modales que botaba la segunda. Se calza los lentes “culo e´ botella” y reinicia su perorata: En la madrugada de hoy partió hacia mejor vida Don Evaristo Peña, a los 88 años deja como herencia un baúl lleno de morocotas de oro, lo malo es que no se sabe dónde lo dejo enterrao, jajaja. Las malas lenguas comentan que Don Eva deja mas de treinta hijos, de las cuales doce son mujeres. Al entierro se espera la asistencia de al menos tres de sus mujeres con las que convivió, ya que otras seis pasaron el páramo. Pin…pin…pon. El colega…de tragos, Luisín fue encontrado esta mañana tirado en la esquina de la Iglesia pasando la rasca, según cuentan el hombre subió al campanario a eso de las 6 de la mañana y al parecer peló la escalera y cayó desde unos veinte metros de altura, por un milagro el hombre de goma respira y no tiene fractura ni daños. ¡¡¡Perro!!! El aguardiente hace hasta milagros. Con su permiso…dijo Margarito y empino el codo pa´echarse un guamazo más, hip…hip y continuo: El presidente municipal adquirió un vehículo de último modelo para uso de su esposa Elena, en apenas dos años en el ejercicio del cargo se observa un cambio en el tren de vida de la primera autoridad municipal, lo que está a la vista no necesita anteojo. Margarito levanto la cabeza y pudo observar como dos policías agitaban el rolo entre sus manos y entonces exclamo: Hay que reconocer que el Presidente Municipal es un hombre que cumple con sus promesas y podemos notar cómo se construyeron las aceras de la calle donde vive. Atención. Atención, última hora, el Padre Vicente fue visto muy acompañado… tracatra…en ese momento perdió el equilibrio y se cayó del tobo donde estaba montado… al ver que los policías se acercaban agarró su cachacha y salió corriendo en zigzag hasta al día siguiente cuando aparecía en otra esquina del pueblo.

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lunes, 26 de febrero de 2018

PEPEMI (PEDRO) - Recuerdos de la infancia - N.G.RODRIGUEZ




Memorias Históricas Digitalizadas de Turmero No. 164

Parecía el más agresivo de todos los perturbados, no por su culpa, sino porque se metían con él y reaccionaba lanzando piedras o lo que encontraba, además perseguía a los abusadores en medio de sus dificultades físicas y con alaridos exorbitantes. Yo no conocía su descendencia, solo sabíamos que era un hijo del pueblo. Que vivía en la calle Urdaneta de Turmero. Andaba descalzo, era fuerte pero con muchos defectos físicos, entre ellos tartamudo. De allí su enojo cuando le preguntaban cómo se llamaba, su nombre era Pedro, solo alcanzaba decir PE…PE…PE…MI, también decía TUTU NA...TUTU NA. Su nombre completo era Pedro José Pérez. Además los muchachos se metían con su masculinidad y entonces respondía bajándose el pantalón para mostrar que no era así, también hacia señales vulgares con el dedo medio que lo hacían no apto para mujeres ni niños. Pedro deambulaba por el pueblo se supone que se escapaba de la familia, era muy difícil de contener. Las mujeres le temían y con razón. Es triste saber que personas nazcan así, es lamentable que un ser humano, como tantos otros, no sea un ser humano normal. Lo más triste es la gente que no tiene la compasión de entenderlos, más bien actúan como indignos al burlarse de su condición.
Pedro tenía la nobleza de un infante, los años no habían pasado por aquella persona cuyos pensamientos eran de más allá en la dimensión desconocida. De qué manera pudo haber recibido el cariño de una madre y de un padre, eso no lo sabemos. No aprendió a jugar con juguetes sino con cualquier perola que lo entretuviera. No pudo ir a una escuela ni aprender las letras ni los números, tampoco tener amiguitos. No pudo jugar de adolescentes los juegos de metras, trompo o garrufio. Tampoco pudo jugar pelota sino a su manera rústica sin regla alguna. No supo lo que es el trabajo, solo las burlas de los demás. Que este recuerdo sirva para sensibilizar  nuestra consciencia y valorar el respeto a estos seres.

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LUISIN (Luis Quintín )- RECUERDOS DE LA INFANCIA - N.G.RODRIGUEZ


Eran las cinco y media de la mañana y Luisín subía paso a paso las escaleras hacia el campanario de la iglesia, trastabillaba por los efectos de la resaca de la noche anterior. Era su momento más sano del día, sin embargo antes se había tomado un cafecito negro con una tapita de caña clara para ponerse a tono. Después de subir agarrado de las manos la última escalera de metal, bien inclinada, con vista a la calle y sin ninguna protección, llego al campanario. Allí había dos campanas grandes que daban la hora de manera mecánica y de precisión. También se encontraba otra campana para los toques fúnebres y tres campanas más, 2 medianas y 1 pequeña para los repiques. El tañido de sus campanas ha sido y es un emblema de los pueblos en general, ¡Ding! ¡Dong!.
El campanario se usa para llamar a los fieles y dar avisos de hora y otros actos religiosos y festivos. En la historia del pueblo muchos han sido los campaneros. Luisín ha sido uno de ellos, el problema para este personaje  es que era más las veces que estaba borrachito que cuerdo. Y cuando subía las escaleras diagonales, eran muchos los que rezaban en la plaza para que no le pasará nada no vaya a ser que se resbalará y fuese directo al pavimento a más de 30 metros de altura.
La otra misión de Luisín era lanzar los cohetes y demás fuegos artificiales en las distintas festividades, casi siempre al lado de la iglesia. Luisín tomaba el cigarro con la mano derecha temblorosa, ya saben porque le fallaba el pulso, y con la izquierda sostenía el cohetón. En mas de una ocasión no atinaba bien encender la mecha. Otras veces por fallas del cohete o por el pulso de Luisín, el cohete se dirigía a los espectadores y paticas pa´que te tengo Punk…Punk. La pirotecnia era todo un espectáculo, había distintas modalidades como el cohetón, los petardos o truenos, las tracas (una cuerda que sostiene varios petardos pequeños, suenan uno tras otro). También se usaban las cadenas, las bengalas, las bombetas, las fuentes etc.  En determinadas ocasiones se lanzaban los globos, lo cual era mas complicado pero mas vistoso, este se elevaba por los aires hasta el cielo. Quién no lo recuerda?

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MANUEL DE LA BURRA - RECUERDOS DE LA INFANCIA - N.G.RODRIGUEZ



Decían que vivía en La Marcelota de Guayabita,  un poblado habitado por trabajadores del campo. Era el auténtico vagabundo, cargaba una mochila y un tronco de cuatro metros sobre sus hombros. De baja estatura y con un saco viejo con franelilla, usaba alpargatas de goma. A los niños se les amenazaba cuando se portaban mal, que cuando pasará Manuel de la burra, se lo entregarían para llevárselo a la tierra desconocida. Deambulaba por todas las calles del pueblo sin decir una palabra, era enigmático. Nadie sabía que pensaba ni adónde iba. Su sola presencia era motivo de desconcierto. Pablito, el hijo de Emeteria la bodeguera, siendo apenas un niño de cuatro años amenazó a su mamá que él se iría con Manuel de la burra, si no le permitían jugar en la calle. Su mamá le siguió la corriente y le preparó una mochila pequeña. Cuando apareció Manuel de la burra, lo llamó y le dijo: - Señor Manuel, le entrego la mochila de este mi hijo, me le da un trato preferencial. Pablito dando muestras de valor, acepto irse con Manuel, sus manos le retemblaban. Camino detrás de Manuel de la burra unos doscientos metros, se paraba y miraba hacia atrás, pero continuaba, estaba más asustado que casi lloraba, de repente se regresó corriendo a su casa y sin mediar palabra se metió en el baño a orinar pissssss y no se sabe qué otra cosa hizo. Estaba asustado. Había escarmentado, se dio cuenta con que no se debe jugar. Su mamá lo miraba de lejos, lo llamó y le ofreció una merienda que aceptó gozoso.

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EL LOCO CRUZ (EL ATARANTADO) - RECUERDOS DE LA INFANCIA - N.G.RODRIGUEZ





Este personaje se la daba de ingenuo, con una sonrisita engañosa caminaba por el pueblo, llevaba una mochila sobre el hombro, sombrero y su vestimenta  la usaba hasta para dormir. Su hedor a sudor rancio era evidente, a todos le daba asco ¡Puaf! ¡Puaj!  Además fumaba tabaco y su dentadura era marrón oscura, de barba corta y canosa  sin afeitar. Sabíamos que en las noches iba donde unos familiares que le daban cobijo cuando tenía sueño Zzz…Zzz. Los pequeños le temían porque no sabían que se escondía detrás de su alta y delgada figura. Los grandes lo veían con recelo. El mismo decía que no era loco sino atarantado. El muy vivo se paseaba por los negocios del pueblo pidiendo limosna, su locha como el decía, y mira que las conseguía. Mas por temor y quitárselo de encima al aparecerse en las puertas de los locales con su carita de “yo no fui”. En algunas viviendas llegaba y tocaba la puerta ¡Toc, toc!,  con cautela se le atendía en su actitud pedigüeña.
Recorría una y otra calle durante el día, iba a paso lento, se paraba en las esquinas. Su carácter era agresivo con los muchachos. Estos le gritaban y siempre tenía un garrote para perseguirlos. Esto sucedía en cada esquina. La policía muchas veces intervenía y el loco Cruz, como le decían el común de los habitantes, se escabullía hacia otro lugar.
Siempre estaba sin afeitar la barba, y su caminar era despacito. Se alimentaba de lo que los vecinos le daban, más lo que conseguía de los comercios. De poco hablar, se acercaba a los muchachos en actitud sospechosa, estos ni a palo se le acercaban. De repente se desaparecía, alguno que otro vecino que lo conocían desde chico lo albergaban en sus patios.
Según contaban, en su familia él no era el único que estaba en esas condiciones de demencia, aunque fueran medio pasivos. Y esto no era cuento, era una gran verdad.
Lo cierto del caso es que era peligroso por sus reacciones. Bien lejos con Cruz.

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lunes, 12 de febrero de 2018

LAS FIESTAS DE LA REINA DE CARNAVAL- Por NÉSTOR GERMAN RODRIGUEZ


LAS FIESTAS DE LA REINA
Durante los cuatro días del sábado al martes se realizaban los bailes en honor a la Reina de Carnaval. Se escogía el mejor y céntrico lugar para realizar estos bailes de disfraces. Allí todo era pago. Los asistentes reservaban sus mesas. La mesa principal era la de la Reina y sus sequitos. Otra mesa intocable era la de los músicos. Se vendía el licor por botellas e incluía el precio del servicio de hielo y refrescos más agua. Los pasa palos eran por pedido.
Los conjuntos musicales se intercalaban, unos locales y otras agrupaciones foráneas, siempre de gran renombre. Normalmente tocaban cinco canciones por set, la primera era un pasodoble, luego una rítmica, el bolero infaltable y dos bailables más, algunas veces combinadas, una especie de popurrí o mezcla.
Estas fiestas eran dadas en concesión por la junta de carnaval a empresarios locales que se encargaban de todo, inclusive de la seguridad. La Reina de los carnavales iba acompañada de sus princesas, ocupaban la mesa principal. La Junta de carnaval tenía otra mesa preferencial junto a las autoridades municipales.
La emoción la ponían las comparsas de disfraces que ingresaban haciendo bulla ¡Yuuujuu! ¡Yuuujuu!.  Se ubicaban en sus mesas, en su mayoría eran mujeres. Esto contrastaba con familias que asistían de manera formal. Los caballeros solos se ubicaban estratégicamente a la caza de las novias disfrazadas o en búsqueda de alguna aventura.
Los disfraces eran llamativos, sobre todo las llamadas negritas, que lucían sus piernas con medias de panty negras y falda muy corta, con tacones altos, así como sweater estrecho y la máscara de tela de algodón negra que solo permitía ver los ojos y los labios pintados de rojo. Usaban gorros o sombreros. Al sonar la música sacaban a bailar e insistían con quienes consideraban. Muchos se negaban porque podrían llevarse un chasco o una broma de su propia pareja. Muchas eran atrevidas y aprovechaban las circunstancias. De allí salían desde parejas enamoradas hasta decepcionadas. Algunos afeminados disfrazados hacían de las suyas. Muchos ingenuos caían en la trampa. De repente se escuchó una cachetada ¡Paf! ¡Paf! cuando una Negrita tuvo que defenderse de un sobrepasado. A Joseito, un conocido de apenas 16 años, lo agarró una Negrita y obviamente lo atrapó. Bastaría que bailara pegadito para que lo conquistara toda la noche.
La Reina bailaba con sus súbditos, si tenía novio tenía que compartir.  En la sala de baile se combinaban las parejas serias sin disfraz con la mayoría disfrazada. La sala estaba abarrotada, los bailarines no podían demostrar sus cualidades, no tenían espacio. Antes de las 12 de la noche todo iba normal, pero los tragos comenzaban a hacer efectos y no faltaban los celosos o las disputas entre dos por el corazón de una negrita.

Mientras mas tarde menos gente. Las parejas enamoradas buscaban el rincón de una habitación separada de la sala de baile para tener mas intimidad en el baile. A las 3 de la mañana el ambiente estaba despejado. Algún borracjito se había quedado dormido en una silla. Algunos disfraces se quitaron la máscara. Cuando salían del Salón de fiesta continuaban  el festejo en la plaza. En estas fiestas pasaba de todo!!!

domingo, 11 de febrero de 2018

LA SEMANA SANTA

LA SEMANA SANTA por N.G. RODRIGUEZ



LA SEMANA SANTA
El amigo Leoncio nos invitó a la iglesia para ayudar a su madre y hermana a adornar al Nazareno que debía salir en procesión el miércoles santo. Ellos eran los responsables y tutores del Santo. Esta imagen era la más venerada en la Semana Santa de mi pueblo. Estaba la figura de Jesús de Nazaret, inclinada por el peso de la cruz, colocada sobre una plataforma de madera conocida como mesa que tenía unas vigas de madera para cargarlo, y para sostenerse en el suelo sobre unos maderos llamados zancos. La imagen estaba rodeada de candelabros, cables y repleto de flores moradas y blancas. La túnica del Nazareno estaba bordada en color oro, la corona de espinas sobre su cabeza, significaba el dolor. Cerca se encontraba la imagen de la Virgen Dolorosa con lágrimas en los ojos, que sería cargada por las mujeres, y la imagen de San Juan Evangelista, el consentido de Jesucristo, que sería cargado por los jóvenes. Todo estaba listo, Doña Felicia quedó satisfecha con el arreglo, los visitantes a la iglesia se acercaban y persignaban en silencio y en sus adentros exclamaban ¡¡Oh que bella!!.
A las seis de la tarde se inició la procesión, en ese mismo orden salieron de la iglesia. Los cargadores usaban cojines gruesos en la cabeza y los hombros para soportar la carga. Se necesita mucha destreza y gran resistencia física. Siempre hay un guía principal que da instrucciones a los cargadores. Las luces eran manipuladas con extensiones eléctricas. Las velas moradas en manos de la feligresía alumbraban la procesión. Estas eran regaladas por la Cofradía y otras vendidas. Centenares de acompañantes lucían el tradicional traje morado o escarlata del Nazareno con su faja en la cintura, incluyendo a los niños. Al salir por la puerta principal, los músicos de la banda local entonaban las melodías sacras, Tam..Tata…Tam. Igual lo hacían durante el recorrido alrededor de la plaza del pueblo, nunca faltaba el popule meus y otras de autores de mi pueblo como Baldomero, Amador y Vicente.  Las campanas anunciaban la salida ¡Ding! ¡Dong! ¡Dang!  Más de tres mil personas se agrupaban alrededor de las imágenes. El sacerdote con megáfono en mano, y junto a la feligresía rezaba el santo rosario, “Padre Nuestro que estas en el cielo…”.
La devoción era divina, la gran mayoría asistía para pagar una promesa por el favor recibido, otras para pedir ese favor…muchos  sabían de los milagros del Nazareno. Más de uno se había curado de una enfermedad, otros habían resuelto el problema que les embargaba. Como penitencias algunos piadosos caminaban descalzo, y otros arrodillados acompañaban la procesión. Familias completas asistían, los pequeños iban de mano de sus padres y otros bebes en brazos de la madre. 
Alrededor de la plaza se colocaban algunos vendedores de artículos religiosos alusivos, algunos negocios expedían jugos y refrescos. La vigilancia se notaba, algunos agentes policiales estaban presentes. La cofradía tenía también brigadas de orden para  despejar el camino de la procesión. Siempre aparecía algún desadaptado o alguien pasado de tragos que creaban cierta zozobra.
Entre cada esquina de la plaza la duración se estimaba de una hora aproximadamente, había una pausa con pasos lentos en medio de cada etapa mientras la banda tocaba. La Virgen de los Dolores se cargaba igual, con menos coordinación. Los cargadores de San Juan Evangelista estaban entretenidos en otras cosas, sobretodo buscando las miradas de las jóvenes. Esto hacia que San Juan Evangelista bamboleaba de un lado a otro y no mantuviera su paso normal.

En medio de la procesión los asistentes eran menos, muchos llegaban y se iban. De los pueblos vecinos venían muchos visitantes. Los jóvenes seguían con su guachafita y los adultos le llamaban la atención. Algunos habían partido la vela en pedacito y  se las lanzaban entre ellos. Al final de la procesión el reloj marcaba las diez y media de la noche. En ese lapso muchos feligreses habían recibido la confesión. Las imágenes se colocaban frente al altar mayor. El Cristo Crucificado ya estaba listo para el Jueves Santo. Doña Felicia, su esposo y sus hijos se retiraron satisfechos, habían cumplido su misión. Ahora a dormir Zzz, zzz, zzz. El día había sido muy largo!!!.