domingo, 11 de febrero de 2018

LA SEMANA SANTA

LA SEMANA SANTA por N.G. RODRIGUEZ



LA SEMANA SANTA
El amigo Leoncio nos invitó a la iglesia para ayudar a su madre y hermana a adornar al Nazareno que debía salir en procesión el miércoles santo. Ellos eran los responsables y tutores del Santo. Esta imagen era la más venerada en la Semana Santa de mi pueblo. Estaba la figura de Jesús de Nazaret, inclinada por el peso de la cruz, colocada sobre una plataforma de madera conocida como mesa que tenía unas vigas de madera para cargarlo, y para sostenerse en el suelo sobre unos maderos llamados zancos. La imagen estaba rodeada de candelabros, cables y repleto de flores moradas y blancas. La túnica del Nazareno estaba bordada en color oro, la corona de espinas sobre su cabeza, significaba el dolor. Cerca se encontraba la imagen de la Virgen Dolorosa con lágrimas en los ojos, que sería cargada por las mujeres, y la imagen de San Juan Evangelista, el consentido de Jesucristo, que sería cargado por los jóvenes. Todo estaba listo, Doña Felicia quedó satisfecha con el arreglo, los visitantes a la iglesia se acercaban y persignaban en silencio y en sus adentros exclamaban ¡¡Oh que bella!!.
A las seis de la tarde se inició la procesión, en ese mismo orden salieron de la iglesia. Los cargadores usaban cojines gruesos en la cabeza y los hombros para soportar la carga. Se necesita mucha destreza y gran resistencia física. Siempre hay un guía principal que da instrucciones a los cargadores. Las luces eran manipuladas con extensiones eléctricas. Las velas moradas en manos de la feligresía alumbraban la procesión. Estas eran regaladas por la Cofradía y otras vendidas. Centenares de acompañantes lucían el tradicional traje morado o escarlata del Nazareno con su faja en la cintura, incluyendo a los niños. Al salir por la puerta principal, los músicos de la banda local entonaban las melodías sacras, Tam..Tata…Tam. Igual lo hacían durante el recorrido alrededor de la plaza del pueblo, nunca faltaba el popule meus y otras de autores de mi pueblo como Baldomero, Amador y Vicente.  Las campanas anunciaban la salida ¡Ding! ¡Dong! ¡Dang!  Más de tres mil personas se agrupaban alrededor de las imágenes. El sacerdote con megáfono en mano, y junto a la feligresía rezaba el santo rosario, “Padre Nuestro que estas en el cielo…”.
La devoción era divina, la gran mayoría asistía para pagar una promesa por el favor recibido, otras para pedir ese favor…muchos  sabían de los milagros del Nazareno. Más de uno se había curado de una enfermedad, otros habían resuelto el problema que les embargaba. Como penitencias algunos piadosos caminaban descalzo, y otros arrodillados acompañaban la procesión. Familias completas asistían, los pequeños iban de mano de sus padres y otros bebes en brazos de la madre. 
Alrededor de la plaza se colocaban algunos vendedores de artículos religiosos alusivos, algunos negocios expedían jugos y refrescos. La vigilancia se notaba, algunos agentes policiales estaban presentes. La cofradía tenía también brigadas de orden para  despejar el camino de la procesión. Siempre aparecía algún desadaptado o alguien pasado de tragos que creaban cierta zozobra.
Entre cada esquina de la plaza la duración se estimaba de una hora aproximadamente, había una pausa con pasos lentos en medio de cada etapa mientras la banda tocaba. La Virgen de los Dolores se cargaba igual, con menos coordinación. Los cargadores de San Juan Evangelista estaban entretenidos en otras cosas, sobretodo buscando las miradas de las jóvenes. Esto hacia que San Juan Evangelista bamboleaba de un lado a otro y no mantuviera su paso normal.

En medio de la procesión los asistentes eran menos, muchos llegaban y se iban. De los pueblos vecinos venían muchos visitantes. Los jóvenes seguían con su guachafita y los adultos le llamaban la atención. Algunos habían partido la vela en pedacito y  se las lanzaban entre ellos. Al final de la procesión el reloj marcaba las diez y media de la noche. En ese lapso muchos feligreses habían recibido la confesión. Las imágenes se colocaban frente al altar mayor. El Cristo Crucificado ya estaba listo para el Jueves Santo. Doña Felicia, su esposo y sus hijos se retiraron satisfechos, habían cumplido su misión. Ahora a dormir Zzz, zzz, zzz. El día había sido muy largo!!!.

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