Decían que vivía en La Marcelota de Guayabita, un poblado
habitado por trabajadores del campo. Era el auténtico vagabundo, cargaba una
mochila y un tronco de cuatro metros sobre sus hombros. De baja estatura y con
un saco viejo con franelilla, usaba alpargatas de goma. A los niños se les
amenazaba cuando se portaban mal, que cuando pasará Manuel de la burra, se lo
entregarían para llevárselo a la tierra desconocida. Deambulaba por todas las
calles del pueblo sin decir una palabra, era enigmático. Nadie sabía que
pensaba ni adónde iba. Su sola presencia era motivo de desconcierto. Pablito,
el hijo de Emeteria la bodeguera, siendo apenas un niño de cuatro años amenazó
a su mamá que él se iría con Manuel de la burra, si no le permitían jugar en la
calle. Su mamá le siguió la corriente y le preparó una mochila pequeña. Cuando
apareció Manuel de la burra, lo llamó y le dijo: - Señor Manuel, le entrego la
mochila de este mi hijo, me le da un trato preferencial. Pablito dando muestras
de valor, acepto irse con Manuel, sus manos le retemblaban. Camino detrás de
Manuel de la burra unos doscientos metros, se paraba y miraba hacia atrás, pero
continuaba, estaba más asustado que casi lloraba, de repente se regresó
corriendo a su casa y sin mediar palabra se metió en el baño a orinar pissssss y
no se sabe qué otra cosa hizo. Estaba asustado. Había escarmentado, se dio
cuenta con que no se debe jugar. Su mamá lo miraba de lejos, lo llamó y le
ofreció una merienda que aceptó gozoso.
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