LAS FIESTAS DE LA REINA
Durante los cuatro días del sábado al martes se realizaban
los bailes en honor a la Reina de Carnaval. Se escogía el mejor y céntrico
lugar para realizar estos bailes de disfraces. Allí todo era pago. Los
asistentes reservaban sus mesas. La mesa principal era la de la Reina y sus
sequitos. Otra mesa intocable era la de los músicos. Se vendía el licor por
botellas e incluía el precio del servicio de hielo y refrescos más agua. Los
pasa palos eran por pedido.
Los conjuntos musicales se intercalaban, unos locales y
otras agrupaciones foráneas, siempre de gran renombre. Normalmente tocaban
cinco canciones por set, la primera era un pasodoble, luego una rítmica, el
bolero infaltable y dos bailables más, algunas veces combinadas, una especie de
popurrí o mezcla.
Estas fiestas eran dadas en concesión por la junta de
carnaval a empresarios locales que se encargaban de todo, inclusive de la
seguridad. La Reina de los carnavales iba acompañada de sus princesas, ocupaban
la mesa principal. La Junta de carnaval tenía otra mesa preferencial junto a
las autoridades municipales.
La emoción la ponían las comparsas de disfraces que
ingresaban haciendo bulla ¡Yuuujuu! ¡Yuuujuu!.
Se ubicaban en sus mesas, en su mayoría eran mujeres. Esto contrastaba con
familias que asistían de manera formal. Los caballeros solos se ubicaban
estratégicamente a la caza de las novias disfrazadas o en búsqueda de alguna
aventura.
Los disfraces eran llamativos, sobre todo las llamadas
negritas, que lucían sus piernas con medias de panty negras y falda muy corta,
con tacones altos, así como sweater estrecho y la máscara de tela de algodón
negra que solo permitía ver los ojos y los labios pintados de rojo. Usaban
gorros o sombreros. Al sonar la música sacaban a bailar e insistían con quienes
consideraban. Muchos se negaban porque podrían llevarse un chasco o una broma
de su propia pareja. Muchas eran atrevidas y aprovechaban las circunstancias.
De allí salían desde parejas enamoradas hasta decepcionadas. Algunos afeminados
disfrazados hacían de las suyas. Muchos ingenuos caían en la trampa. De repente
se escuchó una cachetada ¡Paf! ¡Paf! cuando una Negrita tuvo que defenderse de
un sobrepasado. A Joseito, un conocido de apenas 16 años, lo agarró una Negrita
y obviamente lo atrapó. Bastaría que bailara pegadito para que lo conquistara
toda la noche.
La Reina bailaba con sus súbditos, si tenía novio tenía que
compartir. En la sala de baile se
combinaban las parejas serias sin disfraz con la mayoría disfrazada. La sala
estaba abarrotada, los bailarines no podían demostrar sus cualidades, no tenían
espacio. Antes de las 12 de la noche todo iba normal, pero los tragos
comenzaban a hacer efectos y no faltaban los celosos o las disputas entre dos
por el corazón de una negrita.
Mientras mas tarde menos gente. Las parejas enamoradas
buscaban el rincón de una habitación separada de la sala de baile para tener
mas intimidad en el baile. A las 3 de la mañana el ambiente estaba despejado.
Algún borracjito se había quedado dormido en una silla. Algunos disfraces se
quitaron la máscara. Cuando salían del Salón de fiesta continuaban el festejo en la plaza. En estas fiestas
pasaba de todo!!!
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