Este personaje se la daba de
ingenuo, con una sonrisita engañosa caminaba por el pueblo, llevaba una mochila
sobre el hombro, sombrero y su vestimenta
la usaba hasta para dormir. Su hedor a sudor rancio era evidente, a
todos le daba asco ¡Puaf! ¡Puaj! Además
fumaba tabaco y su dentadura era marrón oscura, de barba corta y canosa sin afeitar. Sabíamos que en las noches iba
donde unos familiares que le daban cobijo cuando tenía sueño Zzz…Zzz. Los
pequeños le temían porque no sabían que se escondía detrás de su alta y delgada
figura. Los grandes lo veían con recelo. El mismo decía que no era loco sino
atarantado. El muy vivo se paseaba por los negocios del pueblo pidiendo
limosna, su locha como el decía, y mira que las conseguía. Mas por temor y
quitárselo de encima al aparecerse en las puertas de los locales con su carita
de “yo no fui”. En algunas viviendas llegaba y tocaba la puerta ¡Toc, toc!, con cautela se le atendía en su actitud
pedigüeña.
Recorría una y otra calle durante
el día, iba a paso lento, se paraba en las esquinas. Su carácter era agresivo
con los muchachos. Estos le gritaban y siempre tenía un garrote para
perseguirlos. Esto sucedía en cada esquina. La policía muchas veces intervenía
y el loco Cruz, como le decían el común de los habitantes, se escabullía hacia
otro lugar.
Siempre estaba sin afeitar la
barba, y su caminar era despacito. Se alimentaba de lo que los vecinos le
daban, más lo que conseguía de los comercios. De poco hablar, se acercaba a los
muchachos en actitud sospechosa, estos ni a palo se le acercaban. De repente se
desaparecía, alguno que otro vecino que lo conocían desde chico lo albergaban
en sus patios.
Según contaban, en su familia él
no era el único que estaba en esas condiciones de demencia, aunque fueran medio
pasivos. Y esto no era cuento, era una gran verdad.
Lo cierto del caso es que era
peligroso por sus reacciones. Bien lejos con Cruz.
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