viernes, 14 de diciembre de 2018

LAS MISAS DE AGUINALDO DE MI PUEBLO

LA MISA DE AGUINALDO




LA MISA DE AGUINALDO

Eran las cuatro y media de la madrugada del 16 de diciembre y la señora Juana llamaba a sus dos hijos para que fueran a la misa de aguinaldo, Ángel y Nelson no habían dormido mucho por la preocupación de levantarse temprano. Tenían 15 y 12 años respectivamente. Las campanadas ding…dong…ding y los cohetes pung…pang anunciaban el llamado. Presurosos y medio dormidos se vistieron llevando sus abrigos por el frío decembrino. Su mamá les dio un cafecito negro calientico. Cada uno llevaba un par de patines Winchester debajo del brazo. Temblorosos de frío brrr…brrr llegaron directo a la iglesia, muchos jóvenes estaban en la plaza. Esperando terminara la misa. Los minutos pasaban entre los aguinaldos y villancicos que entonaban Niño lindo…Niño de Belén…Niño lindo…desde lo alto del coro. El sacerdote explicaba en la homilía que las  misas de aguinaldo fueron establecidas en la iglesia por el Papa León XIII y explicó que estas misas se ofician dentro del tiempo del adviento y preceden la misa de Nochebuena. La imagen venerada en esta primera misa era la de María representada por una niña vestida que camino desde la puerta hasta el altar acompañada por niñitos como angelitos. Al día siguiente el personaje sería San José, luego los pastores, los Reyes Magos, la Mula y el Buey, hasta completar los personajes con el Niño Dios.

Al terminar el oficio religioso, Ángel y Nelson salieron mandados hacia la plaza, se colocaron los patines y comenzaron sus ejercicios de calentamiento, de repente ya estaban en carrera, se desplazaban por la redoma central especial para los menores, en la redoma principal se reservaba a los adultos, la velocidad era mayor.

Alrededor de la Plaza se colocaban ventas de arepitas dulces, empanadas, cafecitos y chocolates bien calientes que eran los preferidos. El ambiente era festivo, la música no se hacía esperar por los altavoces, se presentaban parrandas en vivo. En aquel entonces había menos delincuencia y más seguridad. Era como un reencuentro vecinal.

Los muchachos y muchachas hacían carreras en forma de trencito, otros daban sus primeros pasos de aprendizaje en patines. Se confundían varones y hembras. Los grandes hacían competencias a alta velocidad, era impresionante. También se observaban patinetas y hasta velocipedos para los pequeñines.

Como a las siete de la mañana, ya agotados, Ángel y Nelsón fueron con su Papá a comer arepitas dulces en el puesto de venta de la Negra Matea que con una habilidad impresionante amasaba y mezclaba la harina de maíz con papelón y en un sartén grande colocaba las delgadas arepitas que abombaban de inmediato, al servirlas agregaba un poquito de queso blanco llanero rallado. Los muchachos preferían acompañarlas con chocolate.

De allí a la casa para prepararse para la siguiente misa.

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