Memorias Históricas Digitalizadas de Turmero No. 161
Doña Flor
Esta
familia, comenzando por Doña Flor, ha vivido toda la vida elaborando y
vendiendo dulces criollos tradicionales. Ella los sábados y domingo coloca una
mesa con mantel en la plaza del pueblo, lleva una butaca de madera, bolsas y
papel. Se acercan los pobladores y compran los mejores dulces de la región.
Muchos visitantes vienen de otras ciudades a buscar estas delicias azucaradas.
Doña Flor, es una mujer de piel morena, de unos sesenta y tantos años, vestida
de medio luto en honor a su esposo Don Cipriano fallecido hace una década. Se ha
defendido en la vida vendiendo sus dulces criollos. Sus cinco hijos, tres
varones y dos hembras, junto a su hermana Asunción formaban su equipo de
trabajo. Se dedicaban todos los días de la vida a comprar el azúcar, el
papelón, las harinas y demás ingredientes. Pasaban horas rayando los cocos,
picando las frutas, amasando, cocinando y preparando su inventario. Para
mantenerse entre semanas, elaboraban una sabrosa chicha, hacían cachapitas
dulces redondas y bollitos de maíz. Los muchachos se encargaban de ofrecerlos
en la plaza y otros lugares públicos. Todo para lamerse los dedos.
Cuando
el Señor Miguel llevaba los domingos sus hijos a la plaza, después de comprarle
las cotufas, dar una vuelta por la plaza y jugar con las palomas, era una
visita obligada ir al puesto de dulcería de Doña Flor, se destacaban las
polvorosas, las conservas de coco de papelón ó azúcar y coloreadas, también las
conservas de leche, besitos de coco, suspiros, biscochuelos,
rucanos, almidoncitos, pavo, aliados, alfondoques, entre otros. "Uff que ricos"
A
Joseíto le encantaban las papitas de leche decoradas con un clavito de
especie incrustado. Era este paseo una tradición familiar, en las fiestas
patronales se unían los familiares y personas venidas de todas partes, los
dulces de Doña Flor eran reconocidos como los mejores.
Dona Matilde
Esta
familia la componían seis mujeres que con Dona Matilde se especializaron en
elaborar el Carato y el pan de horno.
Así como conservas y manjares. A Oswaldito de unos siete años, al igual que a
Francisquito, quien era sobrino de aquellas seis mujeres, le ofrecían un vaso
de carato, dos pan de horno y un pedazo de majarete, si les ayudaban a moler el
maíz. Se comían allí mismo las provisiones "ñan,ñan,ñan".
Ellos cumplían con su tarea de forma obediente, observaban como se
elaboraba el carato, como utilizaban el papelón, maíz pilado, clavos de
especies, hojitas de naranja y agua. Para darle gusto le agregaban vainilla. El
Pan de Horno se hace con harina de maíz tostado, papelón y especies. En el
majarete utilizaban el maíz pilado, pulpa de coco, papelón maicena y canela,
entre otros secretos.
El
trabajo en equipo lo dirigía Dona Matilde, cada quien tenía una tarea.
Pedrito y Francisquito, era mas lo que jugaban que lo que trabajaban. Se
montaban en un columpio colgado con mecate y una rueda de caucho. Había un gallinero y gallos "quiquiriqui". Se
encaramaban en las matas de mango y corrían por el patio. El carato se colocaba
en botellas de todos los tamaños y como tapa se le colocaba un
papel amarradito. El Majarete se vaciaba en platos semihondos y se le rociaba
canela por encima. Las conservas se colocaban en hojas de plátano y los
manjares en papel satinado.
Aquellos
productos se vendían a los vecinos quienes estaban pendientes de su fabricación
artesanal.
Misia Antonia
Esta
señora era especialista en bocadillos de plátanos y guayaba. Fernandito vigilaba
los días en que Misia Antonia ofrecía los bocadillos negros y rosaditas oscuras
azucaradas presentadas sobre una hojita de plátano que eran para chuparse los
dedos. Se acercaba a la casa de Misia Antonia y observaba como quitaban las
conchas y lavaban, cocinaban con agua
en ollas grandes y agregaban azúcar y
paleteaban hasta que llegaban al
punto, es decir, tenían consistencia espesa. Luego se vertía la mermelada sobre
unos platones bajitos y dejaban que se enfriaran para rociarlas con azúcar,
para luego cortarlos en pedacitos que se colocaban sobre las hojitas de
plátanos. Estos bocadillos duraban mas en hacerlos que en comérselos. Misia
Antonia también era especialista en manjares de cereza, piña, limón y otras
variedades.
Mi Abuela
Su
especialidad eran los dulces de lechosa y de higo, pero todo le quedaba
sabroso. Las tortas de pan con pasitas eran únicas y las jaleas de mango eran
especiales. No solo eran los niños sino los adultos que disfrutaban
de estos dulces tradicionales. Hay que hacer mención aparte de los
quesillos de la Abuela
con un acaramelado inigualable, así como de los buñuelos de yuca acaramelados y
rociados de azúcar "Uhmmm". Las Tías de Armandito y su Mamá eran aprendices de
excepción de aquellas recetas que se traspasaban de generación en generación.
Los dulces no faltaban en las casas, cuando venían las visitas se le obsequiaban estos dulces y
los familiares eran asiduos visitantes, si algo unía la familia eran los dulces
de la Abuela.
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