CARNAVAL CON AGUA
Durante los días de carnaval había que
andar con cuidado en el pueblo porque de repente caminando por la calle podían
recibir un baño de agua. Las mangueras de presión eran utilizadas por algunos
famosos mojadores. Los días lunes y martes la cuestión arreciaba, ya no eran
las populares pistolitas de agua ni las bombitas, eran tobos de agua. La
cuestión comenzaba con los niños que se apostaban en las aceras hasta que
salieran las victimas. Los muchachos perseguían a las muchachas quienes
gritaban: ¡Noooo….noooo! hasta que las bañaban.
A medida que pasaba el día los grupos crecían y uno bañaba al otro. Los
mas atrevidos entraban a las casas pero siempre eran recibidos con una descarga
de agua. Los vecinos jugaban carnaval con agua en los patios de las casas para
evitar el peligro de la calle.
Lo mas sano era jugar con azulillo que
es una especie de tinte que permitía pintar a los demás, cuando las cosas se
ponían mas criticas aparecía el almidón y la harina de trigo para echar en los cabellos con papelillos.
Los huevos podridos eran usados por algunas personas, cuando ya la cuestión
arreciaba se utilizaban pinturas de color, sobretodo rojas. La cuestión se
tornaba muy peligrosa porque en las carreras y forcejeos ¡Chis…chas! podían
ocasionar lesiones. Los grupos de amigos se iban de calle en calle para mojar a
cuanta persona conseguían, estas eran perseguidas hasta ser sometidas,
usualmente se agregaban al grupo. Algunos se montaban en algún camión con
barandas y colocaban un tambor con agua, así recorrían el pueblo buscando las
victimas y lanzando agua contra las ventanas y puertas donde se escondían los
transeúntes. Un vehículo famoso era el del Señor Barrios que llevaban un bomba
de alta presión y de largo alcance.
Una tradición muy antigua era que una
persona en traje de baño se pintaba de rojo y se colocaba hasta una careta de
diablo. Así corría por la plaza y las calles aledañas convirtiéndose en el
terror de los pobladores. Este diablo salía los días martes. Llevaba un
tridente en una mano y una lata de pintura roja en la otra. Los niños impávidos
ni se acercaban y desde las 2 de la tarde la gente ni se atrevía a pasar por la
plaza. El diablo era un personaje temido y no iba solo, tenía un grupo de
séquitos que se encargaban de perseguir
y atrapar a los transeúntes que ingenuamente estban cerca. Nadie se
salvaba.
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