LOS MITINES
La
democracia había renacido después de doce años de dictadura, llegaban al pueblo
los actos públicos para escuchar los grandes oradores que traían su mensaje en
forma directa a la gente. Los blancos habían convocado a sus seguidores, eran
las cuatro de la tarde, en la plaza se había montado una tarima de un metro de
altura en un costado del monolito central. La música sonaba por las cornetas de
aire, se escuchaba el himno del partido: “Adelante a luchar milicianos…” y un
micrófono estaba listo para ser usado. Joaquín y Bernardo, siendo unos niños
menores de diez años se ubicaron a un costado de la baja tarima, estaban en
primera fila, no se iban a perder nada. Cuando había unas quinientas personas
hicieron su aparición los líderes, además de los personajes conocidos como el
Bebeto, dirigente obrero y Nicolás Peña, dirigente agrario que serían los
oradores locales. El Doctor Bonifacio López, médico cirujano hablaría por los
dirigentes regionales y cerraría el mitin el candidato presidencial Román
Belisario. Este hombre tenía un historial de mucho reconocimiento, desde la
clandestinidad hasta el exilio. El ánimo estaba caldeado, había amenaza de
saboteo, los rojos se querían desquitar cuentas viejas. Luego de los discursos
encendidos y de compromiso, le tocaba hablar al Señor Román Belisario, el
candidato del pueblo. Joaquín y Bernardo miraban a aquel hombre de mediana
estatura, iba vestido con un flux gris y camisa blanca, usaba lentes de montura
negra y grueso cristal sobre su nariz grande. Su pelo ya dibujaba el medio
centenar de edad. Su discurso emocionaba a todos apenas comenzó diciendo la
palabra “Compañeros todos presentes en este acto democrático”. Cuando el
discurso ya tenía unos diez minutos de haberse iniciado, unas piedras, tomates
y limones hicieron presencia en la plaza, hubo una algarabía, tacatá… uno de
los limones le había dado en la cara al Señor Román Belisario, este bajo hacia
donde estábamos nosotros y exclamó: ¡Coño…Me pegaron en la cara!. El hombre se
sacó el pañuelo, se limpió el rostro y como si nada, retomó el micrófono diciendo
en medio de aplausos, plac…plac…plac: “Eso son los facinerosos de siempre,
exclamó el líder, pero no van a poder
detener la victoria electoral que conseguiremos en diciembre, vamos rumbo a la Presidencia ”. La calma
volvió en medio de los aplausos.
Luego,
a los días, otroacto estaba montado para iniciarse a las cuatro de la tarde,
los amarillos tenían un gran poder de convocatoria, su máximo líder partidista
era un hombre de gran carisma, fue destacado dirigente estudiantil e hizo una
resistencia visible a la dictadura militar. Nadie entendía porque no era el
candidato, pero prefirió al militar candidato porque este tenía el aval de
haber encabezado la asonada cívico-militar que acabó con el régimen
dictatorial. El lugareño Pedro Martín fue el encargado de dar la bienvenida a
los ilustres visitantes, la plaza estaba adornada de banderas amarillas,
faltaban pocos días para las elecciones. Joaquín y Bernardo que no se pelaban
una, estaban allí a pata e´ mingo. Quedaron impresionados con el verbo
encendido de Juvenal Villa, líder auténtico de los amarillos, era reconocido
como uno de los baluartes de la generación de demócratas. Aquel hombre diminuto
y con calva evidente era inteligente y conocía bien al pueblo. Después habló el
militar candidato, hombre bien parecido, vestido de civil, usaba una camisa a
cuadros. La primera fila estaba lleno de mujeres, casi que le pedían
autógrafos. Los amarillos habían tenido una asistencia respetable. De repente
un cuatro criollo llegó a sus manos y entonó una breve melodía, la gente
enloqueció.
Joaquín
y Bernardo estaban allí en la
Plaza cuando llegó el Doctor Rafael Caballero, otro
candidato, lo vieron cuando se dirigía a visitar a Doña Luisa en el costado de
la plaza. Este hombre alto de pelo engominado, lucia un traje azul claro con
camisa del mismo color. A la hora señalada llegó a la Plaza acompañado con sus
seguidores, el decorado ahora era verde y había mucho colorido. En esta
oportunidad habló Evangelina Guerra,
dirigente femenino de la localidad y un saludo del Doctor Gonzalo Gómez. Cuando
se inició el discurso del candidato de los verdes, allí en el sitio de siempre
estaban Joaquín y Bernardo. El Doctor Caballero era un hombre muy culto, todo
lo que decía tenía razón, no hubo desperdicio en sus palabras. Mucha gente del
comercio y de la industria se había acercado para escuchar este mensaje de
orientación cristiana.
No
había pasado una semana y los rojos convocaron su acto en la plaza, se
anunciaba la presencia de su candidato presidencial Don Gumersindo Marín y las
palabras del líder obrero Enrique Pedrosa. En el decorado destacaba el color
rojo y pancartas pintadas a mano. Se notaba la presencia de trabajadores que
esperaban el comienzo del acto. Por si existiera algún enfrentamiento la
brigada de orden cubría las cuatro entradas a la plaza. Enrique Pedrosa reclamó
los derechos de la clase obrera y pedía justicia social. Don Gumersindo Marín critico
la posición cómoda de los otros candidatos que según sus palabras, estaban
financiados por grupos internacionales. Joaquín y Bernardo se miraban la cara,
ahora tenían que decidir a quien apoyarían, no podían votar por razones de
edad, pero querían participar. La
decisión estaba difícil, todos decían verdades y tenían razón. Prefirieron
esperar hasta que ejercieran su derecho al voto en el futuro.
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