lunes, 8 de diciembre de 2014


LOS MITINES


La democracia había renacido después de doce años de dictadura, llegaban al pueblo los actos públicos para escuchar los grandes oradores que traían su mensaje en forma directa a la gente. Los blancos habían convocado a sus seguidores, eran las cuatro de la tarde, en la plaza se había montado una tarima de un metro de altura en un costado del monolito central. La música sonaba por las cornetas de aire, se escuchaba el himno del partido: “Adelante a luchar milicianos…” y un micrófono estaba listo para ser usado. Joaquín y Bernardo, siendo unos niños menores de diez años se ubicaron a un costado de la baja tarima, estaban en primera fila, no se iban a perder nada. Cuando había unas quinientas personas hicieron su aparición los líderes, además de los personajes conocidos como el Bebeto, dirigente obrero y Nicolás Peña, dirigente agrario que serían los oradores locales. El Doctor Bonifacio López, médico cirujano hablaría por los dirigentes regionales y cerraría el mitin el candidato presidencial Román Belisario. Este hombre tenía un historial de mucho reconocimiento, desde la clandestinidad hasta el exilio. El ánimo estaba caldeado, había amenaza de saboteo, los rojos se querían desquitar cuentas viejas. Luego de los discursos encendidos y de compromiso, le tocaba hablar al Señor Román Belisario, el candidato del pueblo. Joaquín y Bernardo miraban a aquel hombre de mediana estatura, iba vestido con un flux gris y camisa blanca, usaba lentes de montura negra y grueso cristal sobre su nariz grande. Su pelo ya dibujaba el medio centenar de edad. Su discurso emocionaba a todos apenas comenzó diciendo la palabra “Compañeros todos presentes en este acto democrático”. Cuando el discurso ya tenía unos diez minutos de haberse iniciado, unas piedras, tomates y limones hicieron presencia en la plaza, hubo una algarabía, tacatá… uno de los limones le había dado en la cara al Señor Román Belisario, este bajo hacia donde estábamos nosotros y exclamó: ¡Coño…Me pegaron en la cara!. El hombre se sacó el pañuelo, se limpió el rostro y como si nada, retomó el micrófono diciendo en medio de aplausos, plac…plac…plac: “Eso son los facinerosos de siempre, exclamó el líder,  pero no van a poder detener la victoria electoral que conseguiremos en diciembre, vamos rumbo a la Presidencia”. La calma volvió en medio de los aplausos.
Luego, a los días, otroacto estaba montado para iniciarse a las cuatro de la tarde, los amarillos tenían un gran poder de convocatoria, su máximo líder partidista era un hombre de gran carisma, fue destacado dirigente estudiantil e hizo una resistencia visible a la dictadura militar. Nadie entendía porque no era el candidato, pero prefirió al militar candidato porque este tenía el aval de haber encabezado la asonada cívico-militar que acabó con el régimen dictatorial. El lugareño Pedro Martín fue el encargado de dar la bienvenida a los ilustres visitantes, la plaza estaba adornada de banderas amarillas, faltaban pocos días para las elecciones. Joaquín y Bernardo que no se pelaban una, estaban allí a pata e´ mingo. Quedaron impresionados con el verbo encendido de Juvenal Villa, líder auténtico de los amarillos, era reconocido como uno de los baluartes de la generación de demócratas. Aquel hombre diminuto y con calva evidente era inteligente y conocía bien al pueblo. Después habló el militar candidato, hombre bien parecido, vestido de civil, usaba una camisa a cuadros. La primera fila estaba lleno de mujeres, casi que le pedían autógrafos. Los amarillos habían tenido una asistencia respetable. De repente un cuatro criollo llegó a sus manos y entonó una breve melodía, la gente enloqueció.
Joaquín y Bernardo estaban allí en la Plaza cuando llegó el Doctor Rafael Caballero, otro candidato, lo vieron cuando se dirigía a visitar a Doña Luisa en el costado de la plaza. Este hombre alto de pelo engominado, lucia un traje azul claro con camisa del mismo color. A la hora señalada llegó a la Plaza acompañado con sus seguidores, el decorado ahora era verde y había mucho colorido. En esta oportunidad habló  Evangelina Guerra, dirigente femenino de la localidad y un saludo del Doctor Gonzalo Gómez. Cuando se inició el discurso del candidato de los verdes, allí en el sitio de siempre estaban Joaquín y Bernardo. El Doctor Caballero era un hombre muy culto, todo lo que decía tenía razón, no hubo desperdicio en sus palabras. Mucha gente del comercio y de la industria se había acercado para escuchar este mensaje de orientación cristiana.

No había pasado una semana y los rojos convocaron su acto en la plaza, se anunciaba la presencia de su candidato presidencial Don Gumersindo Marín y las palabras del líder obrero Enrique Pedrosa. En el decorado destacaba el color rojo y pancartas pintadas a mano. Se notaba la presencia de trabajadores que esperaban el comienzo del acto. Por si existiera algún enfrentamiento la brigada de orden cubría las cuatro entradas a la plaza. Enrique Pedrosa reclamó los derechos de la clase obrera y pedía justicia social. Don Gumersindo Marín critico la posición cómoda de los otros candidatos que según sus palabras, estaban financiados por grupos internacionales. Joaquín y Bernardo se miraban la cara, ahora tenían que decidir a quien apoyarían, no podían votar por razones de edad,  pero querían participar. La decisión estaba difícil, todos decían verdades y tenían razón. Prefirieron esperar hasta que ejercieran su derecho al voto en el futuro.
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