EL CARNAVAL
Una semana antes de carnaval se
elegían las reinas de carnaval en cada barrio o urbanización del pueblo,
montadas sobre los carros las paseaban por el pueblo para presentarlas,
gritaban su nombre, sacaban algún afiche y hasta pancarta, después irían al
concurso mayor en la plaza principal en donde montaban una tarima decorada con
dibujos alegóricos. Los pobladores asistían a la hora fijada y llevaban las
barras de cada sector o candidata. Las candidatas eran presentadas una a una,
lucían el mejor de los atuendos resaltando los atributos, bien un escote o una
falda abierta o un vestido ajustado, el jurado debía decidir, los aplausos clap…clap…clap…orientaban
la elección. A veces no ganaba la más bonita ni la mejor preparada, bastaba con
ser la sobrina del Jefe Civil o la hija de Perico de los Palotes. Una vez
electa era coronada, alguna de las competidoras enfurecidas grrrr….grrrr se
bajaban bravas de la tribuna, otras con
mala cara aceptaban los resultados, parte del público gritaba ¡¡¡ trampa…trampa!!!
y otra parte aplaudía. Su majestad
Claudia iniciaba su reinado, de igual
manera se auto elegía al Rey Momo, ya los organizadores habían pensado en
alguien, en esta ocasión se eligió al Gordo Omar, que con cara de bonachón pero
de carácter excéntrico se convertía en un digno representante de la locura
carnavalesca. Al día siguiente los organizadores tenían listo el programa donde
se incluían los bailes de carnaval todos los días, desfiles de carrozas sábado
y domingo y prohibición de jugar con agua, cuestión esta última que nadie
respetaba.
Se organizaban unas cinco carrozas, la
de la Reina y
sus damas de honor, la de las otras participantes, la de los músicos, la del
Rey Momo y la de los disfraces. Cada una decorada de acuerdo a los diseños
previos seleccionados, normalmente con alegorías de carnaval como antifaces y
sombreros, en aquella oportunidad se decoraron con motivos diversos, la reina
llevaba una silla para poder mostrarse y lanzar caramelos, papelillos y otros
obsequios menores. La Reina
leía una proclama en cada ocasión. El Rey Momo iba vestido como Nerón con una
corona de árbol de pino. En la carroza de los músicos se lanzaban cohetes al
aire bum…bum…bum. Mientras las carrozas desfilaban, los niños y jóvenes
recibían sus caramelos, las personas desde las aceras de las calles y en sus
esquinas saludaban a los participantes. ¡Viva la Reina! El desfile terminaba en
la plaza y los participantes se confundían con la gente del pueblo. En las
noches en la plaza se ofrecían conciertos musicales y asistían decenas de
personas disfrazadas de Negritas y de Domino. De repente llegaba una comparsa
de Viejitas o de diablos o de cuanta ocurrencia tuviesen los ingeniosos
pobladores. La Plaza
se llenaba tanto de personas que no se podía caminar, además de los papelillos
se usaba “pachuli”, una colonia de mujer
muy olorosa. Los templetes de música contagiaban a los asistentes para
motivarse a bailar.
La Reina engalanaba los bailes de
gala, con las mejores orquestas musicales se realizaban estas fiestas populares
en lugares privados. La mayoría de las mujeres asistían disfrazadas y los
hombres, adultos y jóvenes, a veces bailaban toda la noche con algún disfraz
sin saber quien era. Las mesas se llenaban todas y los servicios de bebidas y
comidas eran atendidos por mesoneros debidamente uniformados. Casi no se podía
caminar. La Reina
bailaba con sus cortesanos. Ya pasadas unas horas la cuestión se tornaba
peligrosa porque los pasados de trago comenzaban a crear problemas. Más de uno
que había bailado toda la noche con un disfraz al que había enamorado se sentía
burlado, el disfraz resultaba un hombre. Los amigos se reían jajaja de
aquella jocosidad por mucho tiempo.
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