jueves, 18 de diciembre de 2014

EL VENDEDOR

La rifa
David tenía once años de edad, su Padre estaba enfermo y los ingresos disminuyeron, tenía que hacer algo para cubrir sus gastos de escuela y diversiones, se le ocurrió hacer una rifa, sacó la cuenta si vendía cien números a un bolívar, lograría recolectar cien bolívares, si daba un primer premio de cuarenta bolívares, un segundo de veinte y un tercero de diez bolívares, le podría quedar una ganancia de treinta bolívares, que no era malo; pero pensó ¿ Y si no vendo todos los números o algunos no cancelan?, ganaré menos se dijo a si mismo. En medio de estas incertidumbres, David pensaba que mas le convenía,  se dijo a sí mismo: “También, es verdad,  estaría jugando yo mismo y me podría quedar un premio, analizó”. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Reflexionó David en silencio. Se le ocurrió no dar premio en dinero sino en regalos, fue la quincalla y vio los precios, pero desechó esa idea porque tenía clientes hombres y mujeres, jóvenes y adultos. Se fue por la alternativa del dinero que no le cae mal a nadie, pero decidió otorgar solo los dos primeros premios. Se compro un talonario y pacientemente los relleno, indicando los datos, sobretodo, los premios y la fecha del sorteo por la lotería nacional. Procedió a ponerlos a la venta, poco a poco fue colocando los números, la mayoría debería cobrarse el sábado, el sorteo sería el domingo. Ya el viernes había vendido noventa y dos numeritos.
La dupleta
El sábado cobró, solo no pudo conseguir al Señor Claudio que estaba de viaje y a Ruperta que se había quedado limpia porque el hijo se enfermó. Recogió noventa y ocho bolívares y espero los premios, el numero ganador fue el dieciocho, lo había adquirido Miguel, el mecánico, y el segundo premio la Señorita Eulalia, vecina de al frente. ¡Que bueno! La cuenta le daba que le quedaron veintiocho bolívares líquidos. Lo primero que hizo el lunes fue llevar los premios, estaban agradecidos y contentos. Luego David, se compró otro talonario y así lo hizo por dos semanas más, pero la gente pedía otras opciones, había que variar el juego, decidió hacer “Dupletas Hípicas”, que consistía en cortar una cartulina y dividirla en ciento cuarenta y cuatro cuadritos. Como eran doce ejemplares en cada carrera se combinaban con los doce de otra carrera del juego del 5 y 6. Para hacer este juego tuvo que pedir ayuda de su primo Francisco, que era tres años mayor que David. Francisco pensó en el juego, lo primero que le recomendó a David fue combinar carreras donde no hubiesen favoritos tan claros. Luego le recomendó vender cada cuadrito en dos bolívares, siendo el premio único de cien bolívares. Así lo hizo y logró vender muchos cuadritos, pero había caballos que tenían hándicap negativo, es decir, siempre llegaban en la cola, no tenían posibilidades de ganar, al menos que fuera tremendos batacazos. Las combinaciones eran múltiples, algunos vivos compraban la línea o la columna completa de determinado caballo porque lo daban imperdible, de esa forma al ganar dicho favorito, ganarían la dupleta.
No! al juego
A todas estas le preocupo algo, su Mamá le dijo que no se dedicara al juego sino a otras actividades comerciales. Eso lo hizo abandonar estas experiencias y opto junto con un primo incursionar en la venta de jugos naturales. También se dedicaron en amenizar fiestas infantiles, tenían un tocadiscos y micrófonos. Así pasó el tiempo y  David pudo costearse algunos gastos menores propios de su edad, hasta que ingreso al liceo y debía estudiar mañana y tarde. Su Papá se había recuperado y todo volvió a la normalidad.

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