La
rifa
David tenía once años de edad, su
Padre estaba enfermo y los ingresos disminuyeron, tenía que hacer algo para
cubrir sus gastos de escuela y diversiones, se le ocurrió hacer una rifa, sacó
la cuenta si vendía cien números a un bolívar, lograría recolectar cien
bolívares, si daba un primer premio de cuarenta bolívares, un segundo de veinte
y un tercero de diez bolívares, le podría quedar una ganancia de treinta
bolívares, que no era malo; pero pensó ¿ Y si no vendo todos los números o algunos
no cancelan?, ganaré menos se dijo a si mismo. En medio de estas
incertidumbres, David pensaba que mas le convenía, se dijo a sí mismo: “También, es verdad, estaría jugando yo mismo y me podría quedar
un premio, analizó”. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Reflexionó David en silencio.
Se le ocurrió no dar premio en dinero sino en regalos, fue la quincalla y vio
los precios, pero desechó esa idea porque tenía clientes hombres y mujeres,
jóvenes y adultos. Se fue por la alternativa del dinero que no le cae mal a
nadie, pero decidió otorgar solo los dos primeros premios. Se compro un
talonario y pacientemente los relleno, indicando los datos, sobretodo, los
premios y la fecha del sorteo por la lotería nacional. Procedió a ponerlos a la
venta, poco a poco fue colocando los números, la mayoría debería cobrarse el
sábado, el sorteo sería el domingo. Ya el viernes había vendido noventa y dos
numeritos.
La
dupleta
El sábado cobró, solo no pudo
conseguir al Señor Claudio que estaba de viaje y a Ruperta que se había quedado
limpia porque el hijo se enfermó. Recogió noventa y ocho bolívares y espero los
premios, el numero ganador fue el dieciocho, lo había adquirido Miguel, el
mecánico, y el segundo premio la Señorita Eulalia , vecina de al frente. ¡Que
bueno! La cuenta le daba que le quedaron veintiocho bolívares líquidos. Lo
primero que hizo el lunes fue llevar los premios, estaban agradecidos y
contentos. Luego David, se compró otro talonario y así lo hizo por dos semanas
más, pero la gente pedía otras opciones, había que variar el juego, decidió
hacer “Dupletas Hípicas”, que consistía en cortar una cartulina y dividirla en
ciento cuarenta y cuatro cuadritos. Como eran doce ejemplares en cada carrera
se combinaban con los doce de otra carrera del juego del 5 y 6. Para hacer este
juego tuvo que pedir ayuda de su primo Francisco, que era tres años mayor que
David. Francisco pensó en el juego, lo primero que le recomendó a David fue
combinar carreras donde no hubiesen favoritos tan claros. Luego le recomendó
vender cada cuadrito en dos bolívares, siendo el premio único de cien
bolívares. Así lo hizo y logró vender muchos cuadritos, pero había caballos que
tenían hándicap negativo, es decir, siempre llegaban en la cola, no tenían
posibilidades de ganar, al menos que fuera tremendos batacazos. Las
combinaciones eran múltiples, algunos vivos compraban la línea o la columna
completa de determinado caballo porque lo daban imperdible, de esa forma al
ganar dicho favorito, ganarían la dupleta.
No!
al juego
A todas estas le preocupo algo, su
Mamá le dijo que no se dedicara al juego sino a otras actividades comerciales. Eso
lo hizo abandonar estas experiencias y opto junto con un primo incursionar en
la venta de jugos naturales. También se dedicaron en amenizar fiestas
infantiles, tenían un tocadiscos y micrófonos. Así pasó el tiempo y David pudo costearse algunos gastos menores
propios de su edad, hasta que ingreso al liceo y debía estudiar mañana y tarde.
Su Papá se había recuperado y todo volvió a la normalidad.
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