jueves, 25 de diciembre de 2014

VIAJE DE MUDANZA

Como a las 11 de la mañana salieron rumbo a Ciudad Bolívar, Carlos Luís tenía unos nueve años, su Tío Eduardo lo había invitado a acompañarlo hasta Ciudad Bolívar al sur de Venezuela, lo mas difícil había sido conseguir el permiso de su Madre que era una mujer de carácter fuerte, su Tío se encargo de ello. El viaje era ida por vuelta pero duraría mas de 10 horas de carretera y solo dormirían una noche fuera de casa. El camión Chevrolet era nuevo y estaba cargado hasta el tope, llevaban una mudanza completa. En el asiento del camión iban ellos dos más el ayudante, el negro Vicente, como era un niño le correspondió el centro y había holgura por lo cómodo del mismo. Los primeros kilómetros eran territorio conocido hasta más allá de San Juan de los Morros, tomaron la vía del llano y pasaron por pueblos solo conocidos por Carlos Luís en el mapa de su país. De  Parapara de Ortiz pasando por Dos Caminos donde hubo una parada obligatoria para comer algo, se enrumbaron hacia Valle de la Pascua, pequeños letreros viales orientaban la carretera, El Sombrero, Chaguaramas hasta llegar a Valle de la Pascua. Carlos Luís estaba disfrutando de un atardecer llanero, el ganado bovino reposaba en la llanura, centenares de cabeza de ganado a la derecha e izquierda de la carretera pasaban ante sus ojos, algunos jinetes a caballo se observaban a lo lejos. El sol pegaba fuerte, el calor era notable en la vía de Valle de la Pascua, nos paramos en un lugar donde observe velas prendidas y algunos vehículos parados, mi tío me contó que en el llano existen creencias, una de ellas es que el alma de determinados personajes con poder y fuerza espiritual para mediar ante Dios para traer paz y felicidad, el pueblo le consagra cierta devoción, en este caso se trata del alma de Pica Pica que es fiel compañera de los chóferes que pasan por estas vías, con cierto temor observe desde el camión cuando mi Tío le prendió una velita y se volvió a montar en el camión para seguir la ruta. Me siguió contando que existe el Anima de Taguapire en Santa María de Ipire en honor a una señora llamada Pancha Duarte, como la conversación no me gustaba no hice mas preguntas. Un aviso indicaba, El Tigre–Pariaguan. Estaba cansado y me quedé dormido, como a las ocho o nueve de la noche llegamos a Pariaguan, se estacionaron cerca de unas bombas de gasolina. Comimos en un restaurante, el menú fue tres arroz a la cubana y pasé a mi aposento, todo el asiento era para mí, mi tío y el negro Vicente colgaron unas chinchorros debajo del camión. Me costo un poco dormirme pero lo hice, la claridad de los avisos luminosos y el ruido de la rock ola me impedían conciliar el sueño.
Como a las cuatro y media de la mañana me despertaron y después de lavarnos la cara y cepillarnos los dientes usando agua de un botellón de vino, emprendimos nuestro viaje a hacia Ciudad Bolívar, pasamos  por la ciudad de El Tigre, un letrero señalaba que a la derecha quedaba San José de Guanipa, mi Tío me comentó que lo llamaban “El Tigrito”, esta zona era parte de la Mesa de Guanipa, tierra de potencialidades para el desarrollo, de repente pude observar a lo lejos unos llamas de candela en la sabana, eran los quemadores de gas de los pozos petroleros ubicados en El Tigre vía La Soledad, cuando el sol salió se observaban decenas de  taladros de extracción de petróleo, unos paralizados y otros activados. Nuestro país es uno de los primeros productores de petróleo en el mundo, la exploración y explotación se había localizado básicamente en la región zuliana y en la región oriental del país. Muchos de los niños de aquella época pensaban en estudiar ingeniería petrolera. Por nuestra mente pasaba la pregunta de ¿Cuánto tiempo duraran las reservas petroleras? Ya se hablaba de la faja betuminosa del Orinoco. La recta hacia Soledad era interminable, el sol nos pegaba de frente, los sembradíos de maní  y de merey se destacaban en aquellas tierras semiáridas. Ya me lo habían comentado, era la recta mas larga en carretera vial, mas de cien kilómetros tendríamos que recorrer, a lo lejos en el horizonte, allá en  la "línea" que aparentemente separa el cielo y la tierra, se veía como solo un rayo de luz que eclipsaba la vista. En la vía observamos uno mas que otro parador donde siempre había un Bar, no había ninguna estación de gasolina. Mi tío me decía,”No te preocupes, ya vamos a llegar a Soledad y vas a conocer al río más grande que hayas visto, es el soberbio Orinoco que separa Soledad de Ciudad Bolívar. Cuando menos me lo imaginaba llegamos a Soledad, era como una bajada y al frente apareció el turbulento río Orinoco. Soledad era un poblado con cierto movimiento mercantil, una visible actividad pesquera y en el puerto ribereño custodiado por la guardia nacional, nos conseguimos una pequeña cola de vehículos para tomar “la Chalana” para navegar mas de un kilómetro por este caudaloso río.
Primero suben los vehículos luego las personas. Los camiones pequeños y otros vehículos fueron abordando aquella pequeña embarcación que se bamboleaba de un lado a otro. Las cadenas aseguraban la carga automotriz. El viaje sobre aquel amasijo de hierro duraría unos 30 minutos,  estábamos un poco asustados, a nadie le gusta naufragar y menos en un río donde no sabes donde vas a llegar o te traga esa voluminosa masa de agua. Las chalanas eran impulsadas por pequeñas embarcaciones con motores fuera de borda que impulsaron la Chalana como cien metros rió arriba y luego, como tomando una curva se dirigieron hacia  la otra orilla ayudados por la propia corriente fluvial, pudimos apreciar muy cerca la famosa Piedra del Medio, El Orinocometro, ya que marca el nivel del agua, según nos informaron los conocedores. Los operadores nos decían que la profundidad era superior a los 20 metros, sus aguas eran oscuras. Mas allá está la fosa de Angostura de más de mas de 150 metros de profundidad. Veíamos uno más que otro pescador de zapoara, una especie lacustre muy conocida por aquella historia según la cual el hombre que se coma la cabeza, se quedará en esas tierras y se casará con una guayanesa. Nos acercamos a puerto de chalanas en Ciudad Bolívar y atracamos ayudados por la corriente. Si difícil fue subir los vehículos mas difícil fue bajarlos. Primero bajan las personas luego los vehículos.  Habíamos llegado a Ciudad Bolívar nuestro lugar de destino. Esta ciudad patriótica, recordada por el Discurso de Angostura del Libertador Simón Bolívar y por el famoso Correo del Orinoco, el primer periódico de Venezuela. Las casas coloniales con balcones nos llamaron la atención.
Nos dedicamos a buscar la dirección donde iba la mudanza, era muy fácil en la avenida frente al aeropuerto, en un lugar conocido como la laja. En el transito pudimos observar el Mirador donde se aprecia, yo no puede verlo, un atardecer espectacular. Pasamos cerca de la Plaza Mayor, La Catedral, La Casa de los Gobernadores, La Casa de la Real Intendencia y la Casa del Congreso de Angostura. En efecto llegamos al sitio, unas piedras enormes estaban cerca de la vivienda, nadie nos estaba esperando, como que habíamos llegado primero que el dueño que tuvieron que llamarlo por teléfono. Aproveche para llegarme a las Lajas, me monte en ellas, tenían una altura superior a los diez metros. Una mas que otra avioneta salía del aeropuerto, erán “taritas” como les decían a estos monomotores de hélice central. Ya a las once de la mañana estábamos listos para el regreso.

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