Memorias Históricas Digitalizadas de Turmero No. 159
Las vueltas
Era
una costumbre pasear por la plaza del pueblo, las hermanas, una morena y una
catira, le daban una veintena o más vueltas a aquella plaza al atardecer
de cualquier día y más si era dominical. ¿Que buscaban? ¿Sería novio? No se
sabe, habría que preguntárselos a ellas. De verdad que eran unas muchachas no
mayores de dieciocho años, muy bonitas y siempre sonreían. Pocas veces hablaban
con alguien, la conversación era entre ellas ¡bla...bla!. Muchas personas disfrutaban
viéndolas "ojitos", no solo por sus encantos sino por curiosidad. La verdad es que la
plaza era el único sitio de diversión. Las esquinas de la plaza eran la de la
policía, la de la iglesia, la del mercado y la de la farmacia. La plaza tenía
dos vueltas alrededor de ella, la mayor de unos trescientos metros y la
interior de unos ciento cincuenta metros. La plaza tenía bancos pero en su
interior, el piso era de cemento pulido y era muy peculiar los puestos de
ventas de cotufas, de manís y de los dulces criollos. Un raspadero
se ubicaba siempre frente al mercado municipal. Las palomas le daban una gracia
especial. La música del cine amenizaba al aire libre. No solo las hermanas paseaban también
parejas de enamorados se sentaban en los bancos de concreto o una pareja de viejitos tomados de la mano recordaban los tiempos del ayer.
Las retretas
Los domingos en las tardes la banda
musical del pueblo daba sus conciertos populares en el centro de la plaza, los
músicos debidamente uniformados tocaban las piezas musicales de la época ¡lalalara la!, no
faltaban los pasodobles, música de antaño y los merengues, siempre al final tocaban el “Alma
Llanera”. La gente se ubicaba alrededor de la banda musical, los niños se
acercaban para ver de cerca los instrumentos musicales. Algunos de aquellos
músicos se destacaban por sus propios arreglos musicales y era común saber que
por generaciones habían participado de aquellas fiestas dominicales.
Las patinadas
Después de las misas de aguinaldo la plaza
era el centro de diversión mas importante. Los patinadores ejecutaban con
maestría su habilidad para correr, era muy famosa la cadena en fila india de
decenas de patinadores que con las manos en la cintura del otro corrían por
toda la plaza. Los más chicos se ubicaban en el centro con sus padres
para ir aprendiendo poco a poco. Grupos de jóvenes se encontraban para patinar
en conjunto. Como el frió de madrugada era intenso, la gran mayoría usaba
chaquetas o sueters manga larga. Algunos usaban guantes y gorros. No se cansaban de patinar
y de jugar. A eso de las seis de la mañana, en la pista exterior se organizaban
carreras entre los patinadores. A medida que eran mas grandes la velocidad era
mayor y por lo tanto mas emocionante y peligroso. Los jóvenes y niños en
general, soñaban todo el año con aquellas patinadas.
Las procesiones
En semana santa la plaza se llenaba de
feligreses acompañando al santo de su preferencia. Con las velas encendidas
centenares de personas daban durante toda la semana santa la vuelta a la plaza.
En silencio solo se escuchaban los rezos del sacerdote ¡Dios te salve!. En cada esquina la
banda musical interpretaba la música sacra ¡tan...tan...tan! Los cargadores de los santos, los
organizadores y los asistentes miraban hacia los santos y le pedían los favores
o pagaban las promesas. La
Plaza de mi pueblo era un
lugar de encuentro familiar.
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