EL TORO DE CHEO
Pasaban unos días en construir el toro
callejero, una armazón con maderas recubierta con sacos tejidos de sisal
pintado asemejando el cuero, con cachos de verdad, así como la cola. El Señor
Cheo era el encargado de preparar este miura que saldría a la calle en una
tarde soleada para seguir con una tradición familiar. El Señor Cheo dirigía al
toro, los acompañantes se encargaban de llevar las bebidas espirituosas
encaletadas para animar el trayecto. El Señor Cheo era un personaje muy querido
por ser tan bullanguero y afable con la gente. Durante años se había dedicado a
esta tradición ya famosa no solo en el pueblo sino en los alrededores.
Inspirada en el escape de los toros de la manga de coleo y su huída hacia la
plaza y calles del pueblo. Este hombre llevaba alegría a su gente. La comparsa llevaba
cohetes ¡ bang…bang…bang! para dar emoción a los pobladores quienes salían a
sus ventanas para compartir aquella fiesta brava de verdad. Dos hombres parados
se colocaban en la parte trasera y delantera de la armazón, el que iba adelante
tenía que ubicarse cerca de la cabeza para poder maniobrar. Este toro salía a
la calle para embestir contra la gente, que corrían buscando el mejor
burladero. Los mejores aficionados al arte del toreo estaban prevenidos de
aquel toro para brindar sus faenas.
Los muchachos gritaban cuando se
aparecía el toro en la cuadra, los niños como Pablo y Pedro, solo se asomaban a
la puerta para esconderse de miedo cada vez que se acercaba el toro. Una unidad móvil alegraba al compás del
pasodoble que decía ¡ TORERO,TORERO,TORERO…!! El toro embestía y embestía,
cuando ya no daban mas las piernas, se turnaban los hombres de la comitiva y
aquel toro seguía el recorrido. Cuando había mucha gente, se efectuaba la
novillada, el aficionado con capote en mano daba varios pasos al grito taurino
de Oooole, Oooole, hasta el de pecho. La gente aplaudía emocionada.
De repente se producían revolcones para hacer mas emotiva la tarde. El Señor
Cheo, llevaba una gorra tipo boina de color rojo, sus pantalones flojos
combinaban con una camisa colorada, usaba alpargatas negras.
Hasta que el cuerpo aguantara seguían
por todo el pueblo, los bares eran una parada obligatoria para calmar la sed.
Cuando llegaban a la plaza aquello era de terror, la gente corría de un lado a
otro. El toro de Cheo asediaba a los mas incautos y hasta las señoras tenían
que esconderse. Al final ya extenuados los miembros del grupo dejaban al toro a
un lado de la calle y se morían de la risa de las cosas que habían hecho.
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