jueves, 11 de diciembre de 2014

EL JUEGO ¿PODRE?

Vino Gerardo a decirnos que había estado con  “La Catira” y unas amiguitas jugando el juego ¿Podré?. Nos preguntamos los demás niños ¿Qué es eso? Y Gerardo emocionado exclamó, “Si ustedes supieran”. Se los diré rapidito porque el turno le toca ahora a algunos de Ustedes. “La Catira” era una linda muchacha, delgada, de ojos azulados, muy femenina, bien arregladita siempre, esbelta  y con una cabellera amarilla larga, recogida en cola de caballo,  que le llegaba a la parte baja de la espalda. Además de bella era simpática, todos los muchachos estaban enamorados de Ella. Su voz, su mirada, su sonrisa, todo era atractivo. “La Catira” tenía unos doce años. Nos habíamos criado todos en la misma cuadra, las niñas estudiaban en la escuela de monjas y los varones en la escuela federal. Cuando Gerardo nos dijo que había estado con “La Catira” y sus amigas, todos sentimos envidia. Gerardo tenía catorce años, era el más serio del grupo, peinaba su cabello negro de medio lado, siempre andaba aseadito, zapatos lustrados, pantalón caqui y franela blanca. Gerardo nos comentó que además de “La Catira” estaban Sofía, Alejandra y Matilde. Imagínense ustedes enfatizó Gerardo, viendo a los ojos a sus amiguitos Danny, Víctor, Pepe y Dario, a quienes la boca se les hacia agua. La curiosidad no aguantaba más  y Pepe habló: Mira Gerardo, no te adornes tanto, no te hagas el presumido, echa pa´fuera y no nos tortures más!
Las niñas jugaban ¿Podré? en la sala de la casa y me invitaron a participar, las ventanas estaban semicerradas, me dieron las indicaciones previas y Su Majestad que era “La Catira” me dijo: - Gerardo de ahora en adelante tu eres nuestro súbdito y miro de reojo a sus tres amiguitas. Yo respondí: -Su majestad ordena, yo oigo y obedezco. - Arrodíllese súbdito, dijo con voz firme “La Catira”. A lo cual respondí: -¿Podré? . Ella contestó: -Sí, puede Usted. -Ya estoy arrodillado a sus pies, Majestad, y ahora ¿qué hago? -Ponga la frente en el piso. - ¿Podré? - Sí, puede Usted. -Ya tengo la frente sobre el piso, Majestad, y ahora ¿qué hago? -Levántese. - ¿Podré? - Sí, puede Usted. -Ya estoy parado, Majestad, y ahora ¿qué hago? -Déle una vuelta a la cuadra y regrese, no debe hablar ni saludar a nadie. -¿Podré? -Sí, puede Usted. Gerardo dio la vuelta y regreso medio cansado. Se arrodilló frente a Su Majestad, Ella dijo: - Levántate, la recompensa será que puedes darle un beso en la boca a quien tu quieras de nosotras. Me dirigí a donde estaba  sentada “La Catira” en un sofá color rojo y le dije: - Permiso su Majestad para darle un beso. -Lo tiene mi súbdito. Y estampe mis labios sobre los de Ella. Todos quedaron atónitos, ¿No puede ser, le diste un beso en la boca a “La Catira”.?  -Sí, respondió Gerardo. Y les dijo  a lo amigos, el próximo que tiene que ir a jugar con las muchachas ¿Podré? debe decirme un número del uno al diez, el número era el siete y lo acertó Pepé, quien se paró del suelo donde estaba sentado, y salió corriendo muy emocionado a la casa donde estaban las niñas.

Pepe tocó la puerta y “La Catira” fue a recibirlo y entró con Ella a la Sala, las pulsaciones del corazón se aceleraron. Se sentó en la butaca y puso mucha atención a las reglas del juego. “La Catira” le dijo: - Pepe, de ahora en adelante tu eres nuestro súbdito, ¿De acuerdo?. Pepe respondió - Su majestad ordena, yo oigo y obedezco. - Arrodíllese el súbdito, dijo con voz firme “La Catira”. A lo cual respondió Pepe, -¿Podré? . La Reina le contestó: - Sí, puede Usted. - Ya estoy arrodillado a sus pies, Majestad, y ahora ¿qué hago? - Ponga la frente sobre el piso. - ¿Podré? - Sí, puede Usted. - Ya tengo la frente en el piso, Majestad, y ahora ¿qué hago? -Levántese. - ¿Podré? - Sí, puede Usted. - Ya estoy parado, Majestad, y ahora ¿qué hago? - Vaya donde sus amiguitos, dígale cual es su deseo mas grande y regrese. - ¿Podré? - Sí, puede Usted. Pepe salió corriendo, conversó con sus amiguitos y les dijo: “ Mi deseo más grande es darle un beso en la boca a Sofia”, de quien estaba enamorado desde que tenía uso de la razón. Pepe regresó y dijo: - Ya estoy arrodillado a sus pies, Majestad, y ahora ¿qué hago? - Levántate y dale un beso en la boca a quien tú quieras de nosotras. - ¿Podré? - Pueda Usted. El pueda Usted Vale para levantarse, nada más, dijo Su Majestad; había que pedir permiso para dar el beso, recalcó. Por eso le pondré una Penitencia. Pepe se quedó frío, no lo podría creer. Casi se puso a llorar. - La penitencia es que debe quedarse de rodillas inmóvil  como si estuvieras besando una boca imaginaria de alguna de nosotras. No puede ser, esto no me debe estar pasando a mí, pensaba Pepe. De repente sintió que sobre sus labios se posaron otros labios. Era Sofia  que le dijo: - Mi súbdito, estas perdonado, puedes irte donde tus amigos. Pepe no lo podía creer, jajaja…jajaja riendo salió corriendo para echarle el cuento a sus amigos.
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